Una gota cae sobre la lengua de ella y se pregunta si el sabor de él, que de todo le es delicia, se debe a su labia, su porte o simplemente porque la coge mejor que los demás. Todo su beso y cada parte que lo recibe, en abundancia, liberada, henchida de flujos; y su mirada congelante que acecha el cuerpo que ansiosa le entrega.
Por segunda ocasión, El athame de Paracelsus rinde tributo a la literatura de los sensitivos, a la entraña abierta y tibia que se envuelve en la carne del otro. Literatura erótica y música de labios húmedos.
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